En el contestador había tres mensajes de una
mujer que decía llamarse Beatriz. No conozco ninguna Beatriz. La voz decía que por
favor le confirmara que estabas muerto. Lo primero que hizo mi cabeza fue
negarlo. Qué ridículo. Debe ser equivocado. Pero la voz sabía mi nombre. Lo
segundo que hizo mi cabeza fue decirme: Y nunca hablaste con él.
Llamé a tu casa. Nadie atendía. Mi corazón
zapateaba. Probé de nuevo. Nada. De nuevo. Por fin contestó mamá, Hola darling cómo estás, hace rato que no sé nada de vos.
De mí.
Y su voz era alegre. Exploté en llanto: ay qué alegría, qué alegría. Perdoname
es que por un momento me asusté. ¿Cómo andan? Bien, lo más bien.
De repente tenía a mi hijo abrazándome y yo
diciéndole en gestos que todo estaba bien. Se ve que me había escuchado asustada.
Falsa alarma, insistían mis gestos. Un error. Y de repente mi hija más chica
abrazándome atrás, yo en sándwich de dos hijos.
Enseguida llevé el changuito al barrio
chino. Hoy cocinaba rico, venían mis futuros consuegros. Lloraba sin pudor
mientras hacía una lista mental de todo lo que te preguntaría, si habláramos:
1. ¿Por qué tuviste tantos hijos?
2. ¿Esperabas algo especial de nosotros?
3. ¿Nos quisiste?
4. ¿Qué fue lo que más disfrutaste de
tenernos?
5. ¿Te acordás de cuando compraste el Fiat bordó
y llamaste para que bajáramos a dar una vuelta? Era de noche e íbamos en
piyama.
6. ¿Sabías que yo rezaba por vos cuando
viajabas todas las semanas a las sucursales del interior para que no te
mordieran las cucarachas? Mamá decía que los hoteles eran horribles, llenos de
cucarachas.
7. ¿Te acordás de cuando íbamos al autocine
en piyama y comíamos empanadas adentro del Fiat?
8. ¿Qué pensabas cuando me sacabas fotos en
mis carreras? Yo pensaba que a vos te gustaba que ganara. ¿Pensabas eso?
9. ¿Te acordás de cuando me estaba por casar,
yo ya en el vestido de novia, todos se fueron porque nosotros teníamos que ir a
la iglesia en el Chevy alquilado y me miraste y sonreíste? Pensé que quizás
estabas pensando que yo era una novia linda. Y en el auto no podía parar de
hablar, como borracha, y me dijiste: tranquila.
10. ¿Te acordás que me mandabas a hacer las
camisas con un camisero de Casa Arteta porque mi cuello y mis brazos eran
desproporcionados y si me quedaban bien las mangas, el cuello era gigante?
11. ¿Qué pensabas cuando me hacías el fichero
de madera balsa? Los de las demás chicas eran cajas de zapatos, de cartón. El
mío de madera y tenía mi nombre. ¿Y cuándo me mandaste a hacer para un
cumpleaños las tarjetitas Ex Libris con
mi nombre para pegar en los libros?
12. ¿Por qué la exigencia de que nadáramos
perfecto? Las manos cerradas, como ventosas, y estirar las piernas como ranas y
nadar cincuenta piletas por día. ¿Te sentiste orgulloso cuando Ina y yo salimos
campeona y subcampeona de natación?
13. ¿Te gustaba que me gustara pescar?
14. ¿Por qué te gustaba que yo aprendiera a
hacer las cosas sola?
15. ¿Es cierto que le dijiste a mamá que yo
estudiaba en un nido de bolches?
16. Perdón por reprocharte por escrito que no
te hubiera parecido raro que a los 17 pesara 41 kilos. Me escribiste: a todos nos pasan cosas. Lo importante es
qué hacemos de esas cosas que nos pasan. Vos al menos no se te dio por la droga
y en vez no parabas de correr. Correr para River parecía bastante sano.
(Vos eras de River).
17. ¿Hubieses preferido que yo fuese varón?
¿En verdad te gustaba cómo me quedaba el pelo corto como los varones? ¡Si yo
era puro diente y ojos!
18. ¿Alguna vez tuviste ganas de preguntarme
algo?
19. ¿Vos también te hiciste adulto a los
seis, en el primer recreo de la mañana de primer grado, para defenderte de
Arteta-se-chupa-la-teta? ¿También caminabas en círculo por el patio con los
puños cerrados para estar en guardia? ¿Rezabas todos los primeros días
de clase cuando la maestra pasaba lista y al llegar a Arteta hacía silencio y
forzaba la vista, no fuera ser que el apellido tuviera una letra mal tipeada y
en realidad fuese Artera y si lo pronunciaba mal la clase estallaría en
carcajadas? ¿También decías a-mucha-horna-qué-más-quisieras cada vez que te
mofaban y reventaban en risa porque la respuesta sonaba a japonés? Yo sentía que
mis puños te defendían a vos. Lo mismo que cuando en el recreo patrullaba a mis
hermanos, a medida que iban llegando al colegio y a los odiados recreos.
Corrección:
Me parece que en verdad me alcanzaba con hacerte sólo la última pregunta.
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